Prosa.
En un pueblo del norte de España, vivía una muchacha, llamada Dolores. Era su primer día de colegio, estaba muy, muy nerviosa, porque no sabía qué era lo que se iba a encontrar. Verónica, su madre, la había prometido que ese día se lo iba a pasar muy bien, con sus nuevos amigos y que cuando ella volviese a recogerla no querría irse de allí, pero eso Dolores no lo tenía muy claro.
El timbre sonó y los maestros aparecieron para recoger a los niños, Verónica aprovechó ese último momento para abrazar a su pequeña hija y decirle, que pronto volvería a por ella. La pequeña no muy convencida, se dirigió con paso inseguro hacia su nueva maestra. Era una mujer morena y muy delgada, con un moño en la cabeza, le estiraba tanto el pelo, que parecía que la mujer se acababa de hacer un lifting.
- Todos en fila, coged de la bata al compañero que tengáis delante y no os soltéis- La mujer estirada, se puso a caminar, mientras llevaba de la mano al pequeño que iba primero.
Todos miraban embobados las paredes del recinto, había árboles y pájaros pintados por todas partes. La maestra se paró delante de una de las puertas y la abrió con una pequeña llave que llevaba colgada en el cinto. La maestra con voz dulce, contrariamente a su apariencia, indicó a los niños que podían sentarse, donde quisiesen.
Todos los niños se sentaron como locos en el sitió que más les gustaba, algunos comenzaron a discutir, por uno de los pupitres que se encontraba cerca de la maestra. La clase entera estaba, pendiente de ellos, menos Dolores, ella se había sentado en uno de los pupitres próximos a la ventana. Desde allí podía ver uno de los árboles más hermosos que había visto en toda su vida.
Era un árbol grandioso y muy frondoso. Dolores pensaba que las puntas de las ramas que se encontraban en la copa, llegaban hasta el cielo. Era un regalo de la naturaleza y sobretodo un regalo para la vista. Estaba repleto de manzanas de todos los colores. Nunca había visto nada igual.
Durante toda la mañana, Dolores, no se enteró de la misa a la mitad. Se había quedado obnubilada con aquel árbol. En la hora del recreo, la pequeña no lo pensó ni un minuto y se dirigió corriendo a él. De cerca le pareció aún más grande que desde el aula, su tronco era cinco veces como ella de ancho y era rugoso al tacto. La chiquilla comenzó a caminar a su alrededor, mientras repasaba con su mano cada una de las protuberancias del árbol. Hubo una en particular que le llamó realmente la atención, tenía una forma muy extraña, parecía, no sabía cómo describirlo exactamente, pero era como un corazón dado la vuelta.
Dolores presionó ese corazón invertido con intención de seguir su contorno, pero algo muy extraño pasó. Su mano había sido absorbida por el tronco. La pequeña asustada la sacó enseguida y miró para todos lados, como si buscase una explicación a lo sucedido. Una vez se consiguió calmar, la curiosidad por ver que era aquello, la pudo.
Volvió a presionar el corazón invertido y su mano, fue absorbida de nuevo. Estaba maravillada, no podía creerse lo que estaba pasando. Empujó de nuevo y logró meter su brazo entero, después probó con su pierna derecha y pasó lo mismo. Al final decidió entrar por completo.
Jamás pensó que pudiese existir el paraíso, pero si se lo preguntases, ahora te contestaría que el paraíso era ese lugar que acababa de descubrir. Nunca había visto nada igual. Era un mundo repleto de chuches, todo estaba lleno de ellas. Las nubes eran algodón de azúcar, las mesas, eran ladrillos de azúcar, el agua era chocolate y los troncos de los árboles eran nubes.
Dolores estaba maravillada, ni en sus mejores sueños, soñó con algo igual. Desde aquel día la pequeña sólo quiso ir al colegio, porque sabía que a la hora del recreo podría meterse en ese árbol y comer las chuches que quisiera, sin que nadie la regañara, le dijera que se le iban a picar los dientes o que ya no podía comer más. Aquel lugar se convirtió en su refugio y en su diversión, con el paso del tiempo, la pequeña decidió compartir su lugar secreto, para que todos los niños pudiesen disfrutar de ese mundo de chuches.
Verso.
Diálogo teatral.
(En la sala de la casa. Louis está viendo a través de la ventana. Su hermana Carla, está en el sofá viendo la televisión. Se escuchan gritos y risas de niños que están haciendo un muñeco de nieve enfrente de la casa de Louis).
Louis: Mira, Carla, ven a ver el muñeco de nieve que están haciendo esos niños.
(Carla se levanta del sofá y se acerca a la ventana)
Carla: ¡Ja, ja, ja que bonitos!
Louis: Sabes que… tengo una idea. Vamos afuera y ayudémosles.
(Louis y Carla, se ponen los abrigos, las gorras y los guantes y salen. Se detienen enfrente del muñeco de nieve y juegan con los niños).
Carla: ¡Mira que bien me está quedando Louis!
Louis: El mío es mejor, tiene una nariz y el tuyo no.
Carla: Es que a mío se cae.
Louis: Venga te ayudo, vamos a hacer uno pequeño.
(Hacen el muñeco de nieve. Carla le pone su abrigo, la bufanda, y los guantes al muñeco de nieve. Cuando terminan de hacerlo, se lo quedan mirando).
Carla: ¡Está tan bonito!
Louis: ¿Viste eso?
Carla: Si… que extraño, pero parece que se está moviendo.
Louis: ¡Mira! ¡Abrió los ojos!
(El muñeco de nieve les sonríe)
Carla: ¡Es un milagro! ¡El muñeco de nieve está vivo!
(El muñeco de nieve empieza a moverse y a danzar por todas partes)
En un pueblo del norte de España, vivía una muchacha, llamada Dolores. Era su primer día de colegio, estaba muy, muy nerviosa, porque no sabía qué era lo que se iba a encontrar. Verónica, su madre, la había prometido que ese día se lo iba a pasar muy bien, con sus nuevos amigos y que cuando ella volviese a recogerla no querría irse de allí, pero eso Dolores no lo tenía muy claro.
El timbre sonó y los maestros aparecieron para recoger a los niños, Verónica aprovechó ese último momento para abrazar a su pequeña hija y decirle, que pronto volvería a por ella. La pequeña no muy convencida, se dirigió con paso inseguro hacia su nueva maestra. Era una mujer morena y muy delgada, con un moño en la cabeza, le estiraba tanto el pelo, que parecía que la mujer se acababa de hacer un lifting.
- Todos en fila, coged de la bata al compañero que tengáis delante y no os soltéis- La mujer estirada, se puso a caminar, mientras llevaba de la mano al pequeño que iba primero.
Todos miraban embobados las paredes del recinto, había árboles y pájaros pintados por todas partes. La maestra se paró delante de una de las puertas y la abrió con una pequeña llave que llevaba colgada en el cinto. La maestra con voz dulce, contrariamente a su apariencia, indicó a los niños que podían sentarse, donde quisiesen.
Todos los niños se sentaron como locos en el sitió que más les gustaba, algunos comenzaron a discutir, por uno de los pupitres que se encontraba cerca de la maestra. La clase entera estaba, pendiente de ellos, menos Dolores, ella se había sentado en uno de los pupitres próximos a la ventana. Desde allí podía ver uno de los árboles más hermosos que había visto en toda su vida.
Era un árbol grandioso y muy frondoso. Dolores pensaba que las puntas de las ramas que se encontraban en la copa, llegaban hasta el cielo. Era un regalo de la naturaleza y sobretodo un regalo para la vista. Estaba repleto de manzanas de todos los colores. Nunca había visto nada igual.
Durante toda la mañana, Dolores, no se enteró de la misa a la mitad. Se había quedado obnubilada con aquel árbol. En la hora del recreo, la pequeña no lo pensó ni un minuto y se dirigió corriendo a él. De cerca le pareció aún más grande que desde el aula, su tronco era cinco veces como ella de ancho y era rugoso al tacto. La chiquilla comenzó a caminar a su alrededor, mientras repasaba con su mano cada una de las protuberancias del árbol. Hubo una en particular que le llamó realmente la atención, tenía una forma muy extraña, parecía, no sabía cómo describirlo exactamente, pero era como un corazón dado la vuelta.
Dolores presionó ese corazón invertido con intención de seguir su contorno, pero algo muy extraño pasó. Su mano había sido absorbida por el tronco. La pequeña asustada la sacó enseguida y miró para todos lados, como si buscase una explicación a lo sucedido. Una vez se consiguió calmar, la curiosidad por ver que era aquello, la pudo.
Volvió a presionar el corazón invertido y su mano, fue absorbida de nuevo. Estaba maravillada, no podía creerse lo que estaba pasando. Empujó de nuevo y logró meter su brazo entero, después probó con su pierna derecha y pasó lo mismo. Al final decidió entrar por completo.
Jamás pensó que pudiese existir el paraíso, pero si se lo preguntases, ahora te contestaría que el paraíso era ese lugar que acababa de descubrir. Nunca había visto nada igual. Era un mundo repleto de chuches, todo estaba lleno de ellas. Las nubes eran algodón de azúcar, las mesas, eran ladrillos de azúcar, el agua era chocolate y los troncos de los árboles eran nubes.
Dolores estaba maravillada, ni en sus mejores sueños, soñó con algo igual. Desde aquel día la pequeña sólo quiso ir al colegio, porque sabía que a la hora del recreo podría meterse en ese árbol y comer las chuches que quisiera, sin que nadie la regañara, le dijera que se le iban a picar los dientes o que ya no podía comer más. Aquel lugar se convirtió en su refugio y en su diversión, con el paso del tiempo, la pequeña decidió compartir su lugar secreto, para que todos los niños pudiesen disfrutar de ese mundo de chuches.
Verso.
Las nubes:
Las nubes son de colores,
colores que bañan el firmamento,
el firmamento que llenas con tu mirada,
la mirada que llega a mi alma.
Las nubes son de colores,
colores que bañan el firmamento,
el firmamento que llenas con tu mirada,
la mirada que llega a mi alma.
Diálogo teatral.
(En la sala de la casa. Louis está viendo a través de la ventana. Su hermana Carla, está en el sofá viendo la televisión. Se escuchan gritos y risas de niños que están haciendo un muñeco de nieve enfrente de la casa de Louis).
Louis: Mira, Carla, ven a ver el muñeco de nieve que están haciendo esos niños.
(Carla se levanta del sofá y se acerca a la ventana)
Carla: ¡Ja, ja, ja que bonitos!
Louis: Sabes que… tengo una idea. Vamos afuera y ayudémosles.
(Louis y Carla, se ponen los abrigos, las gorras y los guantes y salen. Se detienen enfrente del muñeco de nieve y juegan con los niños).
Carla: ¡Mira que bien me está quedando Louis!
Louis: El mío es mejor, tiene una nariz y el tuyo no.
Carla: Es que a mío se cae.
Louis: Venga te ayudo, vamos a hacer uno pequeño.
(Hacen el muñeco de nieve. Carla le pone su abrigo, la bufanda, y los guantes al muñeco de nieve. Cuando terminan de hacerlo, se lo quedan mirando).
Carla: ¡Está tan bonito!
Louis: ¿Viste eso?
Carla: Si… que extraño, pero parece que se está moviendo.
Louis: ¡Mira! ¡Abrió los ojos!
(El muñeco de nieve les sonríe)
Carla: ¡Es un milagro! ¡El muñeco de nieve está vivo!
(El muñeco de nieve empieza a moverse y a danzar por todas partes)
Perfecto (añadiendo los dos últimos poemas porque este es muy muy cortito).
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