Esta adaptación va dirigida a noños de 3º de Educación Primaria.
Había una vez una princesita que vivía en un reino, en un lugar del sur, de un país que se llamaba España, en esa zona del sur había muchas montañas y había una zona que se llamaba Sierra Morena. La princesa de Sierra Morena se llamaba Bianca y vivía con su padre, el rey y su madre, la reina. Ellos eran muy, muy felices.
Un día la madre de Bianca enfermó y se puso, tan, tan mala que nadie en el reino la pudo ayudar, una noche lluviosa, la madre de la princesa murió. Pero antes de morir, la reina, le regaló un colgante. En él su madre había guardado un mechón de pelo junto a un retrato suyo.
Entonces Bianca, que era pequeña, se puso muy triste porque no estaba su madre y todas las noches se acostaba sujetando el colgante que le había regalo. El rey como todavía era joven, decidió casarse de nuevo. Era una mujer muy educada, muy cariñosa, y se casó con el rey prometiéndole que iba a ser una verdadera madre para su hija.
El tiempo, pasó y pasó, hasta que la princesita se convirtió en una joven muy bella. La madrastra, siempre había tenido envidia de la niña porque era el ojito derecho de su padre. Este odio aumento a medida que Bianca crecía y se volvía hermosa. La madrastra no soportándolo más decidió, llevar a la princesa a dar una vuelta.
Bianca todavía era un poco ingenua y no se dio cuenta de las intenciones de su madrastra, hasta que fue demasiado tarde. La empujó desde lo alto de un risco y cayó dando vueltas y vueltas, hasta que llegó al suelo.
La madrastra se volvió a palacio, sin mirar ni una sola vez hacia atrás y le contó al rey que la princesa se había muerto. El rey estaba muy, muy triste porque había perdido también a su única hija y heredera. El reino de Sierra Morena, estuvo de luto durante semanas.
Pero la princesa, no murió en la caída. La gran cantidad de arbustos que habían la frenaron, aunque no evitó que se arañase, por todas partes. Tenía magullados, los brazos, las piernas, la cara, estaba segura de que le saldrían unos cuantos moratones, pero estaba viva.
Tan magullada como estaba sabía que no llegaría muy lejos, pero no podía quedarse allí, necesitaba ayuda, asique Bianca, comenzó a andar entre los matorrales.
Al poco tiempo, oyó unas voces. Bianca emocionada porque por fin había encontrado a alguien que la podía ayudar, siguió el sonido de las voces hasta que se topo con siete aldeanos. Ellos estaban sentados alrededor de una fogata, comiendo. Las tripas de Bianca rugieron de hambre, pues llevaba sin comer todo el día y se sentía agotada después de todo el esfuerzo que tuvo que hacer.
Los aldeanos, oyeron el ruido que hizo Bianca, cuando se movió entre los arbustos, y se pusieron en guardia. Cuando vieron que sólo era una chica magullada, todos y cada uno de ellos, se levantaron a ayudarla. La dieron de comer y la sentaron junto al fuego. Aquella noche Bianca, probó lo que era dormir a la intemperie y echó de menos, su cama mullida y sus sabanas calientes.
A la mañana siguiente los aldeanos levantaron el campamento y le preguntaron a la chica si tenía algún sitio a donde ir, ella contestó, que no. Que no tenía ni casa, ni familia y que se había quedado completamente sola. Los siete aldeanos se retiraron a hablar entre ellos y le preguntaron que si se quería ir con ellos, que la alojarían en su casa. Bianca aceptó encantada pues no tenía ningún otro sitio al que ir.
El grupo entero, estuvo caminando durante horas, o eso es lo que le pareció a Bianca, hasta que llegaron a una aldea. Allí los siete hombres, le mostraron el lugar donde viviría hasta que ella se pudiese marchar o encontrar otro lugar.
Bianca, se quedo trabajando en la casa, mientras los aldeanos trabajaban fuera en lo que podían. Tuvo que aprender a zurcir, a cocinar, a limpiar, en definitiva a llevar una vida menos cómoda a la que estaba acostumbrada. Su vida se vio envuelta en una rutina de ama de casa. Al principio le costó mucho acostumbrarse, pero con tesón y esfuerzo lo logró, aquí fue cuando se dio cuenta que no todo el mundo tenía las mismas comodidades y que la gente tenía que trabajar mucho para poder comer. Pero bueno Bianca al final se acostumbro a esta vida después de todo al final siempre tenían un plato de comida caliente.
Pero el reino de Sierra Morena, cada vez estaba peor, su rey, se había vuelto un tirano, desde que su amada hija había muerto y los aldeanos, cada vez pasaban más hambre, incluida Bianca. Todos estaban en los huesos y no tenían que llevarse a la boca. Lo peor llegó en el invierno cuando el frío comenzó a arreciar con fuerza, eso añadido al hambre y a la pobreza del pueblo, provocó que los siete aldeanos se convertirse en ladrones.
Los siete aldeanos, robaban para poder alimentarse, hasta que un día pillaron a tres de ellos. Bianca, les había cogido mucho cariño y no quería que ninguno de ellos sufriese algún daño, asique decidió hacer frente a sus miedos, el miedo a su madrastra, y dirigirse al castillo para hablar con su padre. En el palacio no la dejaban entrar porque, parecía que era una simple plebeya, asique Bianca, decidió entrar por un pasadizo secreto que había en el castillo y que sólo conocía la familia real. Era un pasadizo, oscuro y húmedo. El pasadizo le permitió llegar hasta la bodega real. Allí, subió por las escaleras sin hacer mucho ruido hasta que encontró la puerta que daba a las cocinas. De niña solía jugar mucho con la hija de la cocinera, por lo que se conocía todo aquello al dedillo.
Intentó pasar desapercibida, cogiendo un cubo y una fregona. Finalmente, logró llegar a la entrada del gran salón, donde se encontraba el trono de su padre, pero antes de poder cruzar la entrada, dos soldados la arrestaron. Bianca, no paró de retorcerse y de decir que tenía que ver al rey que ella se lo mandaba porque era su princesa, pero los soldados no la creían porque la princesa estaba muerta.
El rey al oír tanto grito, salió del salón del trono como un relámpago y gritó exigiendo una explicación de porqué tanto griterío. En ese momento Bianca vio su oportunidad, le dijo al rey que ella era su hija, que no estaba muerta, que seguía viva. El padre no la creía porque su hija estaba muerta, asique le exigió una prueba. Bianca nunca se había separado del colgante que le regaló su madre, asique lo sacó y se lo mostró a su padre. Dentro, aún seguía guardado el retrato y el mechón de pelo. El rey se echó a llorar y ordenó a los guardias que soltaran a su hija. Padre e hija se fundieron en un gran abrazo.
Bianca le relató a su padre todo lo que había vivido y que la culpa la tenía su madrastra, el rey en seguida ordenó que desterraran a la mujer y que jamás se le permitiese la entrada a su reino. La princesa le pidió también que por favor dejase libre a los aldeanos que había apresado y que había sentenciado a muerte, pues ellos no tenían la culpa de pasar hambre. El rey se dio cuenta de su error y los dejó en libertad.
El reino de Sierra Morena, celebro aquel día un gran banquete y el rey prometió que nunca volvería a dejar que sus súbditos lo pasasen tan mal, desde entonces todo fue feliz.
Había una vez una princesita que vivía en un reino, en un lugar del sur, de un país que se llamaba España, en esa zona del sur había muchas montañas y había una zona que se llamaba Sierra Morena. La princesa de Sierra Morena se llamaba Bianca y vivía con su padre, el rey y su madre, la reina. Ellos eran muy, muy felices.
Un día la madre de Bianca enfermó y se puso, tan, tan mala que nadie en el reino la pudo ayudar, una noche lluviosa, la madre de la princesa murió. Pero antes de morir, la reina, le regaló un colgante. En él su madre había guardado un mechón de pelo junto a un retrato suyo.
Entonces Bianca, que era pequeña, se puso muy triste porque no estaba su madre y todas las noches se acostaba sujetando el colgante que le había regalo. El rey como todavía era joven, decidió casarse de nuevo. Era una mujer muy educada, muy cariñosa, y se casó con el rey prometiéndole que iba a ser una verdadera madre para su hija.
El tiempo, pasó y pasó, hasta que la princesita se convirtió en una joven muy bella. La madrastra, siempre había tenido envidia de la niña porque era el ojito derecho de su padre. Este odio aumento a medida que Bianca crecía y se volvía hermosa. La madrastra no soportándolo más decidió, llevar a la princesa a dar una vuelta.
Bianca todavía era un poco ingenua y no se dio cuenta de las intenciones de su madrastra, hasta que fue demasiado tarde. La empujó desde lo alto de un risco y cayó dando vueltas y vueltas, hasta que llegó al suelo.
La madrastra se volvió a palacio, sin mirar ni una sola vez hacia atrás y le contó al rey que la princesa se había muerto. El rey estaba muy, muy triste porque había perdido también a su única hija y heredera. El reino de Sierra Morena, estuvo de luto durante semanas.
Pero la princesa, no murió en la caída. La gran cantidad de arbustos que habían la frenaron, aunque no evitó que se arañase, por todas partes. Tenía magullados, los brazos, las piernas, la cara, estaba segura de que le saldrían unos cuantos moratones, pero estaba viva.
Tan magullada como estaba sabía que no llegaría muy lejos, pero no podía quedarse allí, necesitaba ayuda, asique Bianca, comenzó a andar entre los matorrales.
Al poco tiempo, oyó unas voces. Bianca emocionada porque por fin había encontrado a alguien que la podía ayudar, siguió el sonido de las voces hasta que se topo con siete aldeanos. Ellos estaban sentados alrededor de una fogata, comiendo. Las tripas de Bianca rugieron de hambre, pues llevaba sin comer todo el día y se sentía agotada después de todo el esfuerzo que tuvo que hacer.
Los aldeanos, oyeron el ruido que hizo Bianca, cuando se movió entre los arbustos, y se pusieron en guardia. Cuando vieron que sólo era una chica magullada, todos y cada uno de ellos, se levantaron a ayudarla. La dieron de comer y la sentaron junto al fuego. Aquella noche Bianca, probó lo que era dormir a la intemperie y echó de menos, su cama mullida y sus sabanas calientes.
A la mañana siguiente los aldeanos levantaron el campamento y le preguntaron a la chica si tenía algún sitio a donde ir, ella contestó, que no. Que no tenía ni casa, ni familia y que se había quedado completamente sola. Los siete aldeanos se retiraron a hablar entre ellos y le preguntaron que si se quería ir con ellos, que la alojarían en su casa. Bianca aceptó encantada pues no tenía ningún otro sitio al que ir.
El grupo entero, estuvo caminando durante horas, o eso es lo que le pareció a Bianca, hasta que llegaron a una aldea. Allí los siete hombres, le mostraron el lugar donde viviría hasta que ella se pudiese marchar o encontrar otro lugar.
Bianca, se quedo trabajando en la casa, mientras los aldeanos trabajaban fuera en lo que podían. Tuvo que aprender a zurcir, a cocinar, a limpiar, en definitiva a llevar una vida menos cómoda a la que estaba acostumbrada. Su vida se vio envuelta en una rutina de ama de casa. Al principio le costó mucho acostumbrarse, pero con tesón y esfuerzo lo logró, aquí fue cuando se dio cuenta que no todo el mundo tenía las mismas comodidades y que la gente tenía que trabajar mucho para poder comer. Pero bueno Bianca al final se acostumbro a esta vida después de todo al final siempre tenían un plato de comida caliente.
Pero el reino de Sierra Morena, cada vez estaba peor, su rey, se había vuelto un tirano, desde que su amada hija había muerto y los aldeanos, cada vez pasaban más hambre, incluida Bianca. Todos estaban en los huesos y no tenían que llevarse a la boca. Lo peor llegó en el invierno cuando el frío comenzó a arreciar con fuerza, eso añadido al hambre y a la pobreza del pueblo, provocó que los siete aldeanos se convertirse en ladrones.
Los siete aldeanos, robaban para poder alimentarse, hasta que un día pillaron a tres de ellos. Bianca, les había cogido mucho cariño y no quería que ninguno de ellos sufriese algún daño, asique decidió hacer frente a sus miedos, el miedo a su madrastra, y dirigirse al castillo para hablar con su padre. En el palacio no la dejaban entrar porque, parecía que era una simple plebeya, asique Bianca, decidió entrar por un pasadizo secreto que había en el castillo y que sólo conocía la familia real. Era un pasadizo, oscuro y húmedo. El pasadizo le permitió llegar hasta la bodega real. Allí, subió por las escaleras sin hacer mucho ruido hasta que encontró la puerta que daba a las cocinas. De niña solía jugar mucho con la hija de la cocinera, por lo que se conocía todo aquello al dedillo.
Intentó pasar desapercibida, cogiendo un cubo y una fregona. Finalmente, logró llegar a la entrada del gran salón, donde se encontraba el trono de su padre, pero antes de poder cruzar la entrada, dos soldados la arrestaron. Bianca, no paró de retorcerse y de decir que tenía que ver al rey que ella se lo mandaba porque era su princesa, pero los soldados no la creían porque la princesa estaba muerta.
El rey al oír tanto grito, salió del salón del trono como un relámpago y gritó exigiendo una explicación de porqué tanto griterío. En ese momento Bianca vio su oportunidad, le dijo al rey que ella era su hija, que no estaba muerta, que seguía viva. El padre no la creía porque su hija estaba muerta, asique le exigió una prueba. Bianca nunca se había separado del colgante que le regaló su madre, asique lo sacó y se lo mostró a su padre. Dentro, aún seguía guardado el retrato y el mechón de pelo. El rey se echó a llorar y ordenó a los guardias que soltaran a su hija. Padre e hija se fundieron en un gran abrazo.
Bianca le relató a su padre todo lo que había vivido y que la culpa la tenía su madrastra, el rey en seguida ordenó que desterraran a la mujer y que jamás se le permitiese la entrada a su reino. La princesa le pidió también que por favor dejase libre a los aldeanos que había apresado y que había sentenciado a muerte, pues ellos no tenían la culpa de pasar hambre. El rey se dio cuenta de su error y los dejó en libertad.
El reino de Sierra Morena, celebro aquel día un gran banquete y el rey prometió que nunca volvería a dejar que sus súbditos lo pasasen tan mal, desde entonces todo fue feliz.
Perfecto. Se te escapan las tildes. Ten cuidado.
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